Dos palabras clave anteceden lo que preludia esta incursión en el universo de Marcos N. Sayas: «bosque» y «murmuro». La primera se impone a la vista aunque, a menudo, su presencia constriñe la mirada. Lo proclama el saber popular que de esos conocimientos ancestrales va lo que aquí se está proponiendo: «los árboles no dejan ver el bosque».
La segunda cuestión se reclama como cosa del oído y exige aguzar. Dicho de otro modo, afilar/afinar nuestro sentido auditivo para no perderse nada, para escucharlo todo. En consecuencia, para desentrañar las causas que provocan ese Murmuro.

Marcos N. Sayas nació en Pamplona en 1999. No ha cumplido los veinticinco años, pero en ese tiempo se ha movido de manera ostensible. Estudió Bellas Artes en Valencia, ahora reside en Madrid, pero su universo plástico para este proyecto se nutre con las reverberaciones y de los paisajes de la Navarra mitológica y rural. Su Murmuro se nutre con esta identidad histórica hecha de selvas amables y cumbres accesibles; en ellas y con ellas interseccionan las obras de Marcos N. Sayas.

A la vista de su propuesta, gestada bajo el vocablo de «murmuro», no cabe duda de que en lugar de echarse al monte, expresión popular para sugerir la necesidad de romper con todo porque ese todo social aprieta y asfixia, Marcos se ha perdido voluntariamente en el bosque. El bosque entendido como espacio agreste y natural alejado de lo urbano y lo social. El bosque como epítome de una necesidad de búsqueda y experimentación que en su caso lo fía todo al dibujo, al gesto, al trazo, al color y a la forma.

Curiosa elección la del bosque cuyo enigma comienza incluso con su propia palabra. Por razones discutidas y discutibles, por lo tanto de ADN incierto, la lengua castellana no quiso seguir la deriva de la palabra latina para hablar del bosque. Ingleses (forest), franceses (forêt), italianos (foresta), portugueses (floresta) asumieron lo que también en castellano se aplica a lo relativo a los bosques: forestal. Pero entre nosotros la palabra que se impuso es «bosque». En euskera, basoko denota «lo propio del bosque».

Tal vez la clave de esa elección, la palabra bosque, haya que rastrearla en la mano de metal recientemente mostrada al público, el sorioneku de Irulegi y su inscripción primigenia, cuya presencia nos remite al origen de un origen anterior a la romanización.

Consciente o no de estas cuestiones filológicas, Marcos N. Sayas se reafirma como pintor armado de un imaginario que sabe que el bosque tiene su propio idioma, su lengua: el «murmuro». En consecuencia, con su pintura, llena de criaturas, hecha de agua, convocada con referencias extraordinariamente idealizadas, por lo tanto trasparentes, la música que a Marcos le interesa hace referencia al suave conjunto de sonidos que se oculta en un paraje virgen.
Su objetivo atiende a la primera acepción de la palabra «murmuro». Según la RAE: lo que proviene de las aguas, del viento, de las hojas de los árboles. Lo que se define como ruido blando y apacible. Nada que ver con la murmuración, con el reproche que se emite entre los dientes, con la censura en perjuicio de quien no está presente.
Ese sería el otro significado de la palabra, el que afecta a lo social. El cuándo y por qué se desvaneció el primer sentido de «murmuro» a favor de la murmuración parece algo no ajeno a esta búsqueda que con la pintura y el dibujo realiza este artista aparentemente inclasificable.

No resulta impropio creer que, en algún modo, este Murmuro aspira a ceder la palabra a la naturaleza para escuchar su voz. Se diría que va en pos del espacio exterior, tras el paraíso perdido.
De ese modo, la escucha se convierte en un eco visual. Autorretratos de presencias y paisajes de ausencias. Mezcla de símbolos y alegorías. Metáforas directas de un ejercicio plástico que arde en deseos, que mastica el hueco y que no tiembla ante un poema porque Marcos N. Sayas parece querer pintar con el anhelo de reivindicar el arcano de su propio ser. Compone y traza con la voluntad de dar forma a esa adivinanza sobre las claves identitarias de su propio «yo».


Texto de Juan Zapater.















Murmuro on display in Casa Antillón. Madrid 2022

All works made with watercolor on paper.



Este proyecto ha sido realizado gracias al Programa de Ayudas a las Artes Plásticas y Visuales del Centro de Arte Contemporáneo de Huarte en colaboración con la Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra.

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